miércoles, 7 de noviembre de 2012

Hace una semana y un día me propuse volver a escribir a diario. 
Sí, tal vez es demasiado, además reconozco que soy una persona poco constante y menos aún en las cosas que me propongo yo solita. Aún con eso, y sin entender todavía las razones, hace una semana y un día que no he dejado de escribir a diario. Y hoy, no iba a ser menos.

Quiero dar las gracias a Dorian, porque sin proponérselo gracias a él he vuelto a "desnudarme" otra vez en forma de letras. Y estas letras en especial surgen a raíz de la última entrada de su blog en la que decía, en conclusión, que en general todos los que escriben lo hacen sobre cosas que no tienen, o en su defecto, que han perdido (que viene a ser lo mismo). Y qué gran verdad.

Mientras paseaba con mi perra Layla en esta tarde lluviosa y gris (sin paraguas, por cierto), he pensado mucho en esa idea. Y a parte de ser todavía más consciente de lo triste que es, me ha llevado a varias conclusiones:

Desde el punto de vista del público:

1- Excluyendo canciones, poemas, libros o películas que se han convertido ya en verdaderos himnos en nuestras vidas por sus mensajes "buenrollistas" o de "love is all around" y que sólo nos ponemos para pasar la aspiradora o en momentos de éxtasis etílico, los seres humanos tendemos al masoquismo, y me atrevo a decir que algunos hasta disfrutamos regodeándonos en nuestro propio dolor, y si es posible y las circunstancias lo permiten, preferimos regodearnos con una canción de fondo de esas que te provocan ganas de morir lentamente y sufriendo.

2- En general, todos nos sentimos siempre más identificados con lo negativo y dramático que con lo maravilloso e ideal. Nuestro dolor puede ser idéntico e incluso peor que el dolor del que habla esa canción o ese poema, en cambio, si habla de amor de verdad o de lo maravillosa que es la vida, ah no no, eso sólo pasa en las películas, y si no es real, directamente no me vale porque a mí nunca me pasarán esas cosas. Así somos, señores.

Desde el punto de vista de los que escriben:

1- Cuando se está feliz y contento, sencillamente no se tiene tiempo para escribir. Y si se tiene, uno lo ocupa saliendo de cañas, colgando fotos absurdas en facebook o paseando su amor y su sonrisa por las calles de Madrid.

2- Cuando se está feliz, contento y se tiene tiempo para escribir, puedes:

a) esforzarte en ponerte dramático y hacer fuerza con todos los músculos de tu cuerpo para que te salgan las lágrimas mientras piensas en el hambre en el mundo, o

b) escribir sobre lo fascinante, plena y extraordinaria que es tu existencia, en cuyo caso SIEMPRE corres el riesgo de generar envidia e incluso odio en el que te lea o escuche, con lo cual, optas por escribir pero no hacerlo público. Y entonces tu parrafada rebosante de felicidad se convierte en un archivo que guardarás en una carpeta de tu disco duro que se llama "tiempos felices" a la que sólo recurrirás cuando estés a punto de suicidarte para sentirte aún peor.

Sigamos escribiendo, sigamos leyendo.
Ojalá algún día la felicidad se transmita igual de fácil que el dolor y el miedo.
Ojalá algún día el ser humano se alegre de verdad por el resto del mundo, sin un ápice de envidia en su corazón.
Y quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra.



martes, 6 de noviembre de 2012

Y de verdad me habré hecho mayor...

  • Cuando compre más en Zara Woman que en Trafaluc
  • Cuando limpie los baños a diario
  • Cuando deje de soñar cada noche con la casa de mi infancia
  • Cuando ponga las noticias en la tele mientras desayuno en lugar de dibujos animados
  • Cuando después de una fiesta en casa recoja la cocina por la noche  y no al día siguiente
  • Cuando piense más en las consecuencias de la resaca mientras me sirvo la tercera copa
  • Cuando deje de darme miedo dormir sola en casa
  • Cuando ya no me guste hacerme auto-fotos
  • Cuando no me sienta cómoda con minifaldas
  • Cuando ya no me apetezca hacer mi visita obligada en Navidad a la planta de juguetes del Corte Inglés
  • Cuando, tras llegar de compras en el centro comercial haya más cosas en las bolsas para la casa que para mi armario
  • Cuando vaya a la peluquería una vez cada tres meses y no una vez cada dos años
  • Cuando deje de afectarme tanto la opinión de mi madre
  • Cuando ya no firme con una estrella, una flor o un corazón
  • Cuando cambie las botas de cowboy por los stiletto
  • Cuando deje de cambiar tan a menudo mi foto de perfil en facebook
  • Cuando me ponga más en el lugar de las madres que en el de sus hijas
  • Cuando me identifique más con unas mechas que con un pelazo por la cintura
  • Cuando me compre el HOLA en lugar del Cuore
  • Cuando no se me mueran las plantas de la terraza
  • Cuando sepa hacer un buen cocido madrileño
  • Cuando deje de necesitar globos en mi cumpleaños
  • Cuando en mi rutina se imponga un día semanal de plancha
  • Cuando piense en la factura del agua mientras me ducho
  • Cuando deje de aterrarme la idea de ser madre


lunes, 5 de noviembre de 2012

Tras el espejo.

Dicen que si te paras frente al espejo, quieto, durante varios minutos, casi dejas de reconocerte. Tus rasgos se desdibujan o aparecen distintos frente a tus ojos, e incluso puedes llegar a ver a través de ellos. Lo he hecho. Da miedo. A otros les da la risa, pero a mí me asusta mirarme fijamente. 

Durante los primeros minutos, analizas detenidamente cada poro de tu piel, te recreas en tus defectos, en la marca de aquel grano que amargó tu última noche de juerga o en esa cicatriz de tu barbilla que lleva tantos años contigo. Después moldeas tu cara con las manos, como si fuera de plastilina, y la deformas a tu antojo para imaginarte cómo serías con las cejas arqueadas, los pómulos más marcados o los ojos en forma de almendra. Haces desaparecer tus patas de gallo, aplastas tu nariz y estiras tu frente buscando desesperadamente a alguien que no eres, intentando borrar de un plumazo los rayos de sol de más, tu herencia genética, el paso del tiempo y el peso de los años. 

Pero si consigues sobreponerte a esto y dejar de lamentarte por los innumerables fallos de tu fisonomía sin salir espantado del baño, toca rendirse a la evidencia. Echas un poco la cabeza hacia atrás, retiras el pelo de tu cara, colocas las manos a tu espalda, respiras hondo y vuelves a intentarlo. Un duelo contigo mismo, solos tú y tú. El enfrentamiento enfría el aire y pone los pelos de punta. 

E incluso antes de pensarlo, te descubres a ti mismo con los ojos cerrados. ÁBRELOS. MÍRATE. 

Y es entonces cuando has de intentar aguantar la mirada, sabiendo que en esta ocasión no tienes que esforzarte por parecer sexy, serio o interesante. Sólo tienes que permanecer ahí hasta que te RE-CONOZCAS, hasta que encuentres a esa persona que eres. Hasta que sientas la necesidad de sonreír o llorar desde el alma. Hasta que seas capaz de perdonarle todos sus fallos y de ver hermosos todos sus defectos. Hasta que puedas pronunciar en voz alta: GRACIAS.


domingo, 4 de noviembre de 2012


-Me encantó ese abrazo.
-En qué sentido?
-EN LOS CINCO.
Y aquella noche se abrazaron con los cinco sentidos.

Si los finales de los cuentos de hadas hubiesen dependido de mí, aquella bella durmiente en un sueño sin tiempo o nuestra querida blancanieves envenenada tras morder una apetecible manzana roja, se hubiesen quedado sin su "beso de amor".
Y claro que adoro los besos, y no podría vivir sin ellos! pero para mí el abrazo es más mágico, y cuando es de verdad, más REAL e incluso más íntimo.
Creo que los besos han ganado en importancia y valor a los abrazos por dos claras razones; una es el intercambio de fluídos y la otra la implicación sexual. Todos sabemos en lo que acaba un buen beso si las condiciones son favorables. En cambio pocas veces un par de amigos que se abrazan acaban en la cama con los pantalones por los tobillos. 

A veces, cuando te encuentras con una persona que también es consciente de esto, o que aún sin serlo simplemente siente el poder de un abrazo, el tiempo parece parase, los ojos se cierran, las respiraciones se armonizan a la perfección y los cuerpos se tocan con el mayor número de células posibles. Es entonces y sólo entonces cuando entiendes el significado de las palabras ESTOY CONTIGO.

Os invito a que penséis en situaciones en las que se abraza y situaciones en las que se besa en los labios. 
Y así es, el abrazo es amor universal y el beso demasiadas veces ni siquiera es con amor, así que
se me ocurren dos cosas:
1- Que como los besos en los labios son demasiado bonitos, los convirtamos entre todos en algo menos exclusivo de parejas (enamoradas o encoñadas).
2- Que aprendamos a abrazar como es debido, con los cinco sentidos.

NOTA IMPORTANTE 1: Estad bien atentos, porque hay besos que no dicen nada y abrazos que si fueran en horizontal serían pecado.

NOTA IMPORTANTE 2: Abrazaos también a vosotros mismos, cuando nadie os vea y más falta os haga.



sábado, 3 de noviembre de 2012


Déjame decirte que estabas especialmente bella esta noche. Que tus manos han cambiado el tacto de mi piel y si ahora me toco aún te siento. Déjame contarte al oído que podría vivir en tus labios y beber de tus besos, que tu voz es mi arrullo y tu olor mi descanso. Déjame gritar al mundo que tu fuego es mi agua y tu luz mi recreo, que con tus ojos miro y en tu mirada sueño.


jueves, 1 de noviembre de 2012

Creo que a alguien se le olvidó explicarme algunas cosas sobre lo que suponía hacerse mayor.

A alguien se le olvidó decirme que cuando eres mayor no puedes saltar en los charcos ni chuparte los dedos después de comer. Que ya no puedes hacer pompas en el cola cao y ni siquiera bebértelo con pajita.
Tampoco me dijeron que cuando creces tienes que vaciar tu mochila de cromos y juguetes para llenarla de obligaciones y responsabilidades. Y que pasas de sentir que la vida es un juego, a convertirte en un juguete más de la vida. 
Nadie me contó que se pierden tantas cosas en el camino, incluso pedazos de uno mismo. Vivimos mutilados, sí, pero ya es lo normal. Y quien se emociona con un amanecer, sueña despierto, camina descalzo, dice te quiero al vecino, cree en los finales felices, baila con los ojos cerrados o llora de alegría, está equivocado y tiene que hacerse mayor.
Nunca me dijeron que los mayores beben para escaparse en lugar de escaparse para beber. Ni que los abrazos se convierten en tres palmaditas en la espalda.
Nadie me habló de la muerte, ni del miedo a perder a quien amas. 
Jamás imaginé que el dinero sería el motor del mundo, ni que tendría que sacrificar mis sueños por poder pagar la vida mes a mes. Nunca la frase "hay que ganarse la vida" me había parecido tan triste como hoy.

Cuando era pequeña pensaba que todo era posible, que colorearía mi vida igual que coloreaba mis dibujos. Nadie me dijo que algunas veces ni siquiera podría escoger los colores.
Esa pequeña vive en mí, acurrucada y hecha un ovillo en un rincón. Siempre tiene los ojos llorosos y una medio sonrisa conforme. Me mira, desde lejos, despeinada, con las manos sucias y la boca llena de chocolate. Siento que está asustada, y que ya a penas me reconoce. Si ella supiera cuánto la echo de menos...