domingo, 26 de enero de 2014

Bye bye, black birds...

Es curioso cómo puedes despertarte un día con ganas de comerte el mundo, y al día siguiente, sin que haya pasado nada especial, el mundo te parece una bestia a punto de comerte a ti.
Es curioso cómo al mirar por la ventana un día y ver el sol, te cargas de energía suficiente para iluminar cualquier rincón oscuro de tu vida; y al día siguiente, sin que haya pasado nada especial, su fuerza te quema y su luz te hace daño en los ojos.

Ése ha sido mi primer pensamiento al abrir los ojos esta mañana y me he negado a pasar el domingo en su compañía, así que directamente me he metido en la ducha para despegarlo de mi cuerpo y ahora, en este ROSA y maravilloso atardecer, me parece sólo un mal recuerdo.
Cuando estos pensamientos en forma de pájaros negros revolotean por mi cabeza y se incrustan entre mis células, me pongo alerta y dedico el día a hacer cosas bonitas que me hagan feliz.
Hoy he trabajado por la mañana y después me ha atacado la pereza dominguera. Me moría de ganas de ver una peli que empezaba a las 15.00, con lo que he decidido no cocinar y alimentarme de guarradas de lata y una pizza congelada (prometo que amo cocinar y que ésto no es en absoluto lo habitual). Después me he puesto una mascarilla en la cara y me he tirado con la manta en el sofá.
Ahora estoy precalentando el horno porque pienso hacer el bizcocho de plátano con pepitas de chocolate más rico de la historia.
Si me quedo en silencio conmigo misma, todavía puedo escuchar a lo lejos el horrible piar de esos estúpidos pájaros negros, pero sólo son las 6 de la tarde y aún tengo en mi cabeza una larga lista de cosas que hacer de aquí a la hora de dormir, hasta que se alejen por completo. No podrán conmigo! Y confío en que tampoco puedan contigo. Ni hoy, ni nunca!

Pon tu canción favorita y baila, princesa...



No hay comentarios:

Publicar un comentario